Ciertamente, la mancha roja de sangre que había sobre el reloj era una prueba del crimen allí cometido.

El detective la inspeccionó cuidadosamente y determinó que llevaba allí al menos unos dos días. Pero había algo más en aquel reloj.

Como sospechaba el agente, las agujas del reloj estaban situadas con precisión milimétrica a las 4:44.

El motivo de su sospecha inicial era su suposición de que este asesinato se trataba de uno más en una corta pero creciente lista de asesinatos en serie, en los cuales el asesino dejaba siempre un reloj de pulsera parado a esa hora.

Lo curioso de aquel caso era que, a diferencia de los demás, había ocurrido en un solar vacío.

En anteriores ocasiones, el asesino había enterrado el cadáver en el jardín de la casa de la víctima, así que supuso que el cadáver no andaría lejos.

En efecto, tras unos minutos de búsqueda, encontró una zona con tierra removida, sobre la cual había una carta.

Sabía que debía llamar a la policía para que registrasen la carta, pero no pudo evitar ponerse sus guantes y abrirla delicadamente.

El contenido de la carta le dejó perplejo.

<< Usted:

Murmullos! Muerte! Martirio! Secretos! Sátrapas! Avaricia! Asesinos! Purga! Podredumbre! Ponzoña! Violencia!...

Miles de mínimos movimientos en los miriápodos de la momia muerta.

Sociedad que sucumbe ante sucios sabañones sañosos,

Avatares del caos que nos acercan AL

Prevalecer del crímen y con imPotenCiA OBSERVAMOS COMO NUESTRO DÉBIL TEJIDO SE DESGARRA Y MARCHITA.

EL FIN DA PASO AL PRINCIPIO. EL BIEN SERÁ LEVANTADO SOBRE LA SANGRE DE AQUELLOS QUE ROYERON EL ÁRBOL DE LA VIDA.

MI MISIÓN ES SERIR, MI CREDO ES EL NUESTRO. MI VIDA ES LA TUYA. >>

Decididamente, pensó, estaba ante un completo desequilibrado, alguien que no atendía a razones y que sólo se podría detener por la fuerza.

Un disparo destrozó el silencio antes roto por el murmullo de las ojas caídas de otoño. El detective le vio allí, estaba a tan sólo unos pasos, mirándole con un rostro inexpresivo.

El peso de su cuerpo se desplomó sobre sus rodillas, al tiempo que notaba el calor de su propia vida huyendo de él por su pecho.

No gritó, ni siquiera tuvo miedo, ni enfado. Su mente estaba bloqueada por la sorpresa. Pensaba volver a casa después con su familia e ir después a comer fuera, aunque, como le había recordado su esposa, no podía acostarse muy tarde, porque al día siguiente tenía que coger un vuelo para ir a una reunión. Pensaba mudarse a una casa más grande en uno o dos años, ver crecer a sus hijos, jubilarse, disfrutar de su tiempo pescando y coleccionando monedas, su gran pasión y algún día, cuando ya no tuviese más que hacer, irse del mundo en paz.

Mientras su cuerpo inerte caía al suelo vio el rostro de su ejecutor. Era el suyo propio, aunque parecía más viejo. Su padre, un familiar, un hermano? No... era idéntico, sólo podía ser él mismo.

-Lo siento-dijo el asesino

En ese momento lo entendió todo

-Gracias.

Fueron las últimas palabras del detective.