Parte 2
Extracto del diario del Unteroffizier Klaus Steinhoff
<<< 20 de Abril de 1945, Bajo Peenemünde
[…] Hoy nos dieron el día libre. Después de desayunar en un comedor que parecía estar diseñado exactamente para el número de personas allí presentes, con mesas metálicas y sin más decoración que un cuadro de un paisaje. Rudolf dice que es de un francés llamado Monet o algo así, los trazos son gruesos, pero la imagen trasmite una apacible sensación de calma. Calma es precisamente lo que hace falta aquí. Ayer por la noche estuve hablando con los demás, y aunque nadie dijo nada que pudiera interpretarse como desacuerdo, la tensión podía respirarse en el ambiente. Nos habían metido allí, nos habían dicho que hasta que no se hiciese el trabajo no se saldría y que no se toleraría la insubordinación.
Todos los del grupo eran oficiales de rango similar al mío y entendíamos por qué era importante mantener la disciplina. Por eso acordamos colaborar con lo que nos pidieran y salir de allí. Aunque al salir, nos encontraríamos una Alemania derrotada[…] No vimos a Kammler ni a sus SS en todo el día y nadie nos dio ninguna orden, por lo que nos dedicamos a explorar un poco la que iba a ser nuestra nueva casa por un periodo indeterminado.
Al parecer la base se estructura en forma de esvástica. ¿Quién habría diseñado aquello? ¿Speers o alguno de los favoritos del Führer? La verdad es que la forma de la cruz gamada permitía darle a la base una planta relativamente cuadrada, de modo que quizá lo hiciesen también en parte para reducir costes y aprovechar el espacio.
Por donde entramos ayer era lo que podría llamarse el codo de uno de los brazos de la cruz. Allí estaba la sala de conferencias, el comedor y habitaciones para nosotros, así como las cocinas, según leí en otra de las puertas.
Más adelante, en el centro de la figura, había una sala circular con el suelo de mármol en la cual había otra esvástica grabada en el suelo en mármol negro. Había allí tres puertas de acero con cerradura, para los brazos restantes, supuse; el pasillo por el que entramos no tenía puerta.
Otro de los que estaban conmigo ― Rainer Haase, que según nos contó estuvo bajo las órdenes de Kessler ― comentó que en el suelo, junto a la esvástica, estaba escrito en cada brazo lo que parecía ser la finalidad de cada sección: en el nuestro ponía alojamiento de personal. En otro decía sección científica, en una tercera, almacén, y en la cuarta, prisión.
Justo en ese momento […]
21 de Abril de 1945
Joder. JODER.
No tenemos ni puta de puta idea de qué coño va todo esto, pero en el grupo comienza a haber gente que lo ve con buenos ojos. Yo creo que es una aberración. ¿Un Ejército inmortal a partir de esto? Lo veo lejos. [...]>>>
20 de Abril de 1945
En la sala de la esvástica, todos miraban con atención al suelo cuando escucharon una voz familiar.
― ¡Buenos días!
Más de uno pegó un respingo y miró atrás. Era el sonriente Kammler, flanqueado por dos oficiales de las SS armados con Stg 44. Avanzó por la sala, con una llave, abrió la puerta de la sección científica. Hizo un gesto para que entrasen y así hicieron.
Nuevamente, un largo pasillo de hormigón con puertas a los lados. El rápido paso de Kammler les impidió leerlas con detenimiento. Llegaron a una sala cerca del codo de la esvástica y Kammler les abrió la puerta. Sacó una lista de un bolsillo y leyó:
― Ehm.... Steinhoff, Klaus y … Bergmann, Rudolf, pasad adentro. Los demás, podéis volver a vuestras habitaciones. No habéis venido aquí por nada, es importante moverse un poco.
Les soltó una sonrisa y entró tras uno de los de las SS, el otro acompañó al resto por donde habían venido. Rudolf y Klaus pasaron a la sala. Era una habitación pequeña, con un cristal en la pared de enfrente, junto al cual había una puerta. Había una potente lámpara en la habitación, de forma que no podían ver qué había tras el cristal.
Un pequeño armario completaba la estancia.
― Se habrán estado preguntando los detalles específicos del trabajo de esta base. Hoy van a encontrar la respuesta a muchas de esas preguntas. ― Se acercó al armario y sacó una MP44, así como una Kar98k y se las entregó a Rudolf y Klaus respectivamente.
― ¿Y qué hacemos con esto? ― preguntó Rudolf, confuso, tras comprobar que su arma estaba cargada.
― Vais a entrar en la sala y luego salir. Poco más. ― Les abrió la puerta y les hizo un gesto.
Sabedores de lo que implicaba desobedecer las órdenes de Kammler ― máxime cuando había en la sala otro oficial armado que había permanecido silencioso ― entraron en la sala.
Era una sala algo más grande que la anterior, totalmente a oscuras, y podían ver a Kammler y al otro a través del cristal. Se cerró la puerta y se encendió la luz. Ahora eran ellos los que no podían ver el interior de la otra sala. Había una puerta más adelanta.
― ¿Y ahora qué? ― le preguntó Klaus a Rudolf, tras quitarle el cargador a su arma y comprobar que, en efecto, estaba totalmente cargada.
― Quizá tengamos que pasar por esa puerta ― le respondió
― Quizá
Sea acercaron caminando a la puerta, pero no habían dado más de tres pasos cuando se abrió. Una puerta corredera, resultó ser. Una figura humana estaba en el umbral, y avanzaba lentamente hacia ellos. La puerta se cerró tras él.
Lo que tenían ante ellos era sin duda humano, o al menos lo había sido. Tenía la apariencia de un hombre que andaba algo encorvado, con apenas pelo, sangre seca y partes con necrosis en la cara. Su mandíbula estaba desencajada y sus ojos eran negros allí donde deberían haber sido blancos. Andaba renqueante, como a trompicones, y vestía un mono verde.
Klaus y Rudolf lo observaron. Cuando estuvo más cerca, le apuntaron con sus armas.
― ¿Hola? ― le dijo Rudolf al ser.
Un inquietante gemido chirriante fue lo único que obtuvo por respuesta.
― Creo que nos las dieron para esto ― dijo Klaus ― Dispárale.
Rudolf apuntó ― al pecho, como les habían entrenado ― y le soltó una ráfaga con la MP. La melodía de los disparos mezcladas con los casquillos al caer sobre el suelo envolvió la sala.
Pero algo no cuadraba. Los disparos habían hecho blanco: el mono verde estaba agujereado, pero de ellos no brotaba sangre, ni habían detenido el movimiento de aquel ser, que avanzaba hacia ellos como si nada.
― Muérete, joder!
Rudolf volvió a apretar el gatillo y no lo soltó hasta haberle vaciado todo el cargador en el torso, hasta que el sonido más temido por un soldado, el click click de un arma sin munición le notificó de que ya no podía disparar más.
Seguía avanzando.
― Ostia... puta... ¿Pero qué coño? ― dijo Klaus, que aún sostenía su Kar98k
― ¿¡¡Por qué no muere!!? ― gritó Rudolf con una mezcla de rabia y miedo, con mayor proporción de esto segundo.
Estaba apenas a unos tres metros de ambos cuando se agachó.
Quizá fue que Rudolf estaba más cerca o el simple azar, pero lo cierto es que aquel ser saltó ― aunque decir se abalanzó furiosamente desde donde estaba es más preciso ― sobre Rudolf y antes de que Klaus se diese cuenta de lo que pasaba, estaba con la mandíbula pegada al brazo de Rudolf mordiéndoselo con saña.
Rudolf pegó un fuerte alarido e intentó zafarse del monstruo, pero fue inútil. Su mandíbula estaba firmemente clavada en su brazo, que mordisqueaba.
Klaus sabía que los tiros al cuerpo no funcionaban, que tendría que disparar a otra parte, a la cabeza, era lo más lógico, pero su instinto, fruto de años de disciplina militar le impulsó a dispararle al pecho. Sin embargo, como la Kar es un arma de cerrojo, evitó vaciarle el cargador, y en cuanto hubo disparado dos tiros al pecho, que no hicieron efecto ― el ser ni se fijó en que le disparaban y siguió royendo el brazo ― disparó a la cabeza. Un tiro certero.
Cayó al suelo, dejando ver una profunda herida en el brazo de Rudolf, que gritaba de dolor en el suelo.
La puerta por donde habían entrado se abrió y entraron a toda prisa un par de hombres con batas, que cogieron a Rudolf y se lo llevaron.
Kammler entró poco después, escribiendo notas despreocupadamente en un bloc.
― Ya puede salir. La prueba ha concluido. No haga preguntas, más adelante recibirá respuestas. Es importante que no sepa los detalles, porque echaría a perder el propósito de estos experimentos.
La rabia de Klaus se reflejaba en su cara y pugnaba por salir, por darle un puñetazo en la cara a aquel sádico. Pero sabía lo que iba a ocurrir.
Salió de la habitación apretando los puños.
Qué mierdas había sido todo aquello, pensó. Aquel lugar cada vez le parecía más siniestro. La cara afable de Kammler quedaba totalmente fuera de lugar ante aquella escena. Tenía que ser un psicópata... o un sádico.. o ambos...
¿Qué será de nosotros? ¿Qué hacemos aquí fueron sus últimos pensamientos antes de dormir.