Una breve historia que escribí en 2010. No recuerdo por qué la titulé como la titulé (Neuve).

¿Dónde estoy?

La pregunta voló en un susurro hasta desaparecer, arrastrada por el viento. Un viento cálido, que arrastraba con parsimonia los diminutos granos de arena del suelo, un viento desértico.

¡¿Dónde estoy?!

El grito desesperado aguantó poco ante las ráfagas de viento.

La chica miró al horizonte. Arena. Sólo arena. Vale, también había alguna que otra piedra en la vasta extensión que se extendía ante sus ojos, una sucesión interminable de dunas doradas bajo un cielo azul que había decidido no ofrecer nube alguna aquel día.

Miró alrededor. Había una palmera solitaria, justo detrás de ella, que le daba sombra.

Detrás, en la lejanía, había una cordillera montañosa, lo único que destacaba en kilómetros a la redonda de monótona arena.

Miró a lo alto, a la palmera, tan sospechosa, meciéndose con el viento. Sola allí en medio del desierto, sin nada de agua a la vista.

Otro pensamiento asaltó su mente. Uno que no tenía que ver con el lugar en el que se encontraba. ¿Quién era ella?. Y luego ¿Dónde estaba antes de estar allí? Pensó en que tendría amnesia, o que quizá estaría soñando.

Sí, definitivamente estaba en un sueño. No podía ser otra.

Escuchó una risa burlona a sus espaldas.

¿Un sueño?¿Piensas que esto es un sueño?

La chica se giró sorprendida y vio a un joven allí, sentado tras la palmera, mirando al horizonte.

Vaya, entonces no existimos realmente. Somos imágenes en la mente de alguien que descansa plácidamente en su cama. ¿Si se despierta desapareceremos?

El chico le miraba con una enigmática sonrisa. Ella no entendía nada.

¡Claro que no!—se sobresaltó la chica—Me despertaré del sueño y quizá lo recuerde, pero seguiré siendo yo. Tú en cambio...

¿Y cómo sabes que eres tú la que sueñas?¿Cómo saber que esta arena no existe realmente?—dijo cogiendo un puñado con sus manos y dejándolo caer—¿Y si el que sueña soy yo?¿Y si no estamos realmente soñando?

¡Vaya imaginación que tengo! Ya podría soñar con cualquier otra cosa y en vez de eso estoy aquí, en medio de la nada, hablando contigo.—soltó la chica. Él rió.

Toma—dijo tendiéndole un libro de cubiertas negras y sin título— Léelo. Si esto es un sueño, debería cambiar el texto si lo lees dos veces, o eso dicen, ¿No?

Ella cogió el libro y lo abrió. Una página al azar, la 189. Leyó. Cerró y volvió a abrir. El texto no cambiaba. Incrédula, volvió a cerrarlo y abrió de nuevo la página 189. Las palabras no habían variado en absoluto. Lo hizo una tercera vez, y nada, el libro parecía del todo normal.

¿Soñamos o no?—le preguntó el joven que la invitó con un gesto a sentarse a su lado— Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?

Ariane—dijo sentándose. Un pensamiento la inquietó en cuanto se sentó— Pero ...no sabía que me llamaba Ariane hasta ahora. Es como si de repente me hubiese llamado Ariane siempre, pero hace unos segundos yo no tenía...

¿Nombre?—dijo él, que la miró a los ojos— Ya, yo tampoco. Pero puedo decirte por qué. Es bastante curioso, la verdad. Oh, me llamo Narrador.

Narrador...— repitió extrañada la chica. Vi en sus ojos la curiosidad, mezclada con un punto de miedo. Parecía que intuía lo iba a decirle a continuación.

Toda historia debe tener un narrador, ¿no?—dije— Verás, somos personajes de una historia.

La miré con una momentánea sonrisa exagerada. La verdad es que su cara no tenía precio: era pura sorpresa con una tímida sonrisa. Continué.

¿Pero cómo estar seguros de que esto es una historia, o un sueño?¿Cómo distinguirlas de lo real? Y, eh, ¿Qué es real? Estamos tú y yo aquí, hablando, sintiendo el viento, viéndonos. ¿No es esto real?

Sí, pero... — dijo pasándose un mechón detrás de la oreja— Vale, vale. Venga, tú ganas. Estamos en una historia— no la veía convencida, pero bueno, era de esperar— ¿Y ahora qué? ¿Eres el narrador, no? ¿No debería haber entonces un argumento, un autor y tener esta historia un final?

Pues, la verdad, yo tampoco sé qué va a pasar. Yo sé lo que el autor quiere que sepa y tú sabes lo que el autor quiere que sepas. Si supiéramos lo que va a pasar, nuestra vidas serían aburridas, ¿no?...

Yo también me he preguntado eso, el qué hacer, y no tengo ni idea. Sé que esta historia la narro yo, en primera persona desde que me presenté como el narrador de la historia en la línea 42 , y antes de eso, estaba narrada en tercera, sé que esta historia durará menos de cinco folios y me inquieta saber que vamos ya por el tercero. Pero por ejemplo eso no lo sabes, y hay cosas que yo no sé, como qué piensas.

Dices que tenemos vidas y dices que esto es una historia. Entonces lo que hacemos lo escribe todo un autor, no podemos ser libres en absoluto—me acusó.

¡Puedes hacer lo que quieras!—exclamé—nadie te impide hablar de lo que te apetezca o ir y sentarte ahí y negarte a moverte. ¿Acaso has sentido una fuerza que te obligue a decir cada palabra que dices o a hacer cada gesto que haces? ¡No! Si no te dijese que estamos en un relato, no te darías cuenta en absoluto.

Ella suspiró.

¡Hola, mundo!— dijo una voz desde las alturas

Instintivamente, miré arriba, Ariane hizo otro tanto, y en cuanto miré, supe a quién pertenecía.

¿El autor? ― supuso Ariane

¡Exacto! ― asintió

¿Cómo os va todo?— preguntó la voz, que resonaba por encima del fluir del viento

¡Tú! ― gritó Ariane al cielo ― ¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué estamos aquí?

Ahh, eso... ― dijo el autor. ― Pues pensaba escribir una historia con vosotros, pero al final no sé si hacerla, así que creo que voy a irme.

¿Y a nosotros qué nos va a pasar?

Ah, nada, no te preocupes, no vas a dejar de existir o a dejar de ser tú porque yo deje de escribir .

En fin, yo me marcho, sólo vine para saludar. Pocos personajes tienen el honor de conocer a su autor. ¡Hasta otra!.

Se hizo el silencio.

Vaya con el autor ― se quejó ella ― ya podría haberse trabajado más su relato.

Bueno, si esta historia no es como es, no serías como eres ― dije

Y tú también, desde que hemos empezado a hablar sólo tratas de liarme. ― me reprochó. Realmente no estaba enfadada, pero sí, tenía razón, yo soy como soy, una persona retorcida porque el autor quiso, no es culpa mía. De todas formas, está bien como está. Ser narrador tiene sus ventajas, puedo hablar en la narración además de en el diálogo, y describir como quiera lo que va pasando. Es un cargo importante, ¿sabéis? ― Quiero irme ya de este maldito desierto.

Pues de hecho yo ya me iba— le dije— el autor quiere que narre otra historia, es un poco precipitado, pero... es así.

¿Y qué pasa con ésta entonces? ― quiso saber Ariane

No te preocupes, la historia puede seguir narrándose en tercera persona sin mí.

Y ya no estaba allí. Ariane volvía a estar sola en aquel desierto infinito bajo la solitaria palmera.

Ahh— suspiró.

Notó un extraño silencio. Ya no estaba en el desierto.

Ariane abrió los ojos. Estaba tumbada en una cama. Su cama. Y escuchaba unos molestos pitiditos de fondo. Su mano, casi por acto reflejo, apagó el despertador.

Era un sueño, después de todo— dijo tras desperezarse— Éste tendré que apuntarlo, igual da hasta para escribir una historia— sonrió.

Se levantó y se puso las zapatillas. Era sábado, según el despertador, así que no había ninguna prisa por ir a ninguna parte. Salió de su habitación y caminó hasta la cocina, medio somnolienta.

Por el pasillo pensaba en su extraño sueño. Lo recordaba casi todo, y de cómo casi se había creído que realmente estaba en un relato. Su subconsciente se las había ingeniado bastante bien.

Llegó a la cocina. Al entrar pensó en desayunar cereales y quizá algo de fruta, para variar, pero al entrar en la cocina, al poner el pie en el umbral de la puerta y al mirar en el interior de la estancia, le vio. Le vio a él. Al Narrador.

¿Preparada para empezar? ― dijo el Narrador. O más bien el personaje anteriormente conocido como Narrador. Ahora el narrador soy yo, y él es un personaje más. Cosas de la vida.