"El Estado es coacción, violencia".71CdeoE4n6L.SL1500

Con estas contundentes palabras arranca Juan Ramón Rallo el primer capítulo de "Una revolución liberal para España", libro que sin duda  merecerá un hueco en la estantería física o virtual de todo aquel que haga suya la etiqueta de 'liberal'. Si ser liberal es considerar la Libertad como valor guía a la hora de articular una buena sociedad, es consecuencia natural querer reducir el Estado, acotarlo sólo a aquello que la sociedad no pueda hacerlo por sí misma y ver como una derrota social la existencia de sectores copados por el Estado, pues son la materialización del hecho de que la sociedad no ha sido capaz de brindarse voluntariamente determinadas instituciones o bienes. El Estado es un mal, si acaso un mal necesario, aunque como se plantea en el libro, esta necesidad no debería tampoco darse por sentada.

Esto resume el primer capítulo, y es uno de los hilos conductores que se plantean a lo largo del libro: El Estado como mal a minimizar. Los siguientes nueve capítulos se dedican a dilucidar y esbozar cómo debería ser el Estado más grande posible compatible con una buena sociedad, dejándolo en el 5% (o incluso menos), y enumerando qué empleados públicos tendría o cómo se financiaría. Aquí encontraremos también una exposición de la alternativa a este modelo de Estado mínimo: el modelo nórdico, aspiración a la que seguramente toda socialdemocracia occidental aspira hoy en día: en un océano de corruptelas, ineficiencias y crisis institucionales, el modelo nórdico brilla cual faro para los defensores de un mayor activismo estatal: Un mercado libre que genere riqueza y un Estado cuidadosamente diseñado que la redistribuya en pos de la reducción de desigualdades y pobreza. Este paraíso terrenal existe. ¿Por qué no perseguirlo en vez de esa utopía liberal minarquista que requiere un cambio radical en la estructura estatal?  A esa pregunta se le da respuesta en el libro.

A continuación siguen una serie de capítulos temáticos que se centran en aspectos concretos de esta Revolución Liberal: cómo tener sanidad, educación y pensiones privadas, proteger el medio ambiente, construir infraestructuras, entablar relaciones laborales desreguladas, tener un verdadero mercado eléctrico e incluso privatizar los servicios municipales sin morir en el intento. Para ello, se sigue una estructura común en cada capítulo: una primera exposición del tema a tratar, en la que se enuncia la opinión mayoritaria sobre el tema. Luego, sigue un análisis de los incentivos de mercado, de la experiencia histórica y en ocasiones de casos actuales para ilustrar que la alternativa privada y voluntaria es totalmente viable. Se analizan finalmente las objeciones usuales al modelo: esto es crucial pues una respuesta común al modelo liberal son sencillos ¿Pero no ves que la sanidad privada fracasa en EEUU? ¿No es evidente que la privatización del mercado eléctrico en California fue un caos? que aparentemente desarman a quien no conozca los ejemplos en profundiad.

Así, para el caso de la Sanidad, tenemos una exposición de lo que es la Sanidad: una necesidad humana básica a lo largo de nuestras vidas con un coste variable ligado a la salud del paciente que como bien económico presenta ciertos problemas (asimetrías de información, selección adversa, etc...) que aparentemente indican que debe ser regulada fuertemente por el Estado o incluso nacionalizada. Frente a esto, una acertada descripción de cómo funcionaría un mercado libre sanitario con ejemplos que cuadran las predicciones teóricas (el caso de la odontología en España, el creciente sector sanitario Indio, Suiza o Singapur): costes asequibles y alta calidad. Y luego, por supuesto, tenemos a Estados Unidos. En el libro se explica por qué no es el modelo a seguir en sanidad privada y  por qué es incluso dudoso hablar de que sea un modelo de sanidad privada. No es sólo cuestión de quién tenga la titularidad de los servicios, sino de los incentivos a los que están sometidos.

Y estos dos puntos permean también toda la estructura del libro: propiedad e incentivos.

La importancia de la propiedad privada para armonizar intereses, coordinar y resolver conflictos es crucial, y así lo reconocen la mayoría de economistas, pero suelen centrarse en la propiedad privada individual, olvidando la comunal. Rallo, rescatando a Elinor Ostrom, la emplea para llegar allí donde los costes de transacción entre individuos aislados hacen inviable la propiedad individual. Comunidades de vecinos, Home Owner Associations, barrios privados, ciudades privadas e incluso mancomunidades privadas.

Suele plantearse la dicotomía Estado-Mercado acotando el Mercado a la búsqueda del beneficio económico sustentado en la propiedad privada y la libertad contractual. La dicotomía es incompleta: es Estado-Sociedad, y en la Sociedad tenemos empresas, tenemos comunidades y tenemos sociedades de ayuda mutua, tenemos ONGs y tenemos filántropos. No todo es ni debe ser propiedad privada individual ni beneficio económico. El incorporar lo comunitario al análisis económico permite resolver a través de la acción voluntaria algunos de los problemas de bienes públicos, externalidades y similares que la mayoría de economistas ven prácticamente como condición suficiente para la intervención estatal.

En segundo lugar, la importancia de los incentivos es clave: tener  derechos de propiedad perfectamente respetados no es condición suficiente para un mercado verdaderamente libre. Intervenciones estatales que aparentemente se suman a la acción voluntaria de la sociedad pervierten el desarrollo de las misma: el Estado del Bienestar destruye el asociacionismo que en el siglo XIX proveía de apoyo a los más desfavorecidos por puro crowding out, el gasto público en ciencia reduce el privado e incluso, sorprendentemente, algunas deducciones fiscales a la contratación de sanidad a través de la empresa (Una de las causas del sobrecoste sanitario en EEUU) . Lo que se ve son los impuestos y lo que no se ve es la acción estatal aparentemente inocente.

Cada capítulo del libro serviría perfectamente como base para escribir un libro más tratando un tema en profundidad. Si bien se han tratado bastantes objeciones, el libro no es absolutamente exhaustivo, no hay sitio para tratar toda contrarréplica y todo contraejemplo. Alguien profundamente antiliberal puede leerse el libro y seguir dudando de la viabilidad del modelo, citando algún paper crítico o algún caso no cubierto por el libro. Si uno quiere creerse una idea y desprecia su opuesta, seguramente siga creyendo su credo. Pero alguien más abierto a nuevas ideas, que valore realmente la libertad y la acción voluntaria, y que vea como una imperiosa necesidad ética el reducir la coacción estatal, pero que se vea desanimado ante la aparente necesidad de un Estado grande para una buena sociedad encontrará en este libro ánimos teóricos y empíricos para sus aspiraciones de una sociedad más justa y libre. Incluso aquellos que ya sean liberales convencidos tendrán mucho que aprender del libro: suelen caer en el error de no apreciar debidamente la propiedad comunitaria, de dejar las soluciones a los problemas de acción colectiva en un "ya los resolverá el mercado" sin pararse a realizar un análisis más profundo o de despachar el problema de la pobreza con un "los pobres sobrevivirán de la caridad, y ya".

Bryan Caplan dijo de otro libro de temática afín que "Es el mejor libro de su género.[...] cómpralo ya y léelo sin demora". La misma recomendación podría hacerse perfectamente para Una Revolución Liberal para España.

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